lunes, 29 de junio de 2015

“ALTERIDAD y MEDIACIÓN”


Por Mario Alberto Montaño Delgado.

Que el conocimiento teórico se traduzca en un eficiente pragmatismo, es ideal y condición para conseguir los resultados que la ciencia, arte o profesión buscan producir, pero dicha correlación cobra vital importancia, si en ello,  a decir de Fernando Savater, nos va la vida o lo que coadyuva a nuestra felicidad, entendida  como ese estado de satisfacción personal.

El estagirita en su Ética Nicomaquea, aseguró que el perfeccionamiento de nuestras potencialidades, nos permitiría alcanzar la autorrealización, para ello, recomendó que cada uno, debiera explotar y afanarse en mejorar aquello que ama hacer, opinión con la que coincide Zygmunt Bauman en su encomiable ensayo el Arte de Vivir, al recomendar que plantearnos objetivos que nos parezcan casi imposibles de realizar y la aplicación a su consecución, pueden asegurarnos el logro de una vida plena y hasta aquí, pareciera que los postulados mencionados no merecen objeción alguna, pues dentro de sus bondades está el abrirnos una vía justificada para ejercer la autognosis socrática (conocernos a nosotros mismos) además de asegurar el derecho que toda persona tiene a “ser”; y por otro lado, exigen la expansión de nuestro pensamiento (recordemos que Aristóteles enfatizó que los únicos dos comportamientos que no admiten limitantes son Amar y Conocer).
Podríamos en congruencia de lo anterior, comprender que Lou Marinoff, concluya que con la concepción de la práctica virtuosa occidental, quedaron asentadas las bases del desarrollo individual y personal del individuo, base de los sistemas políticos democráticos contemporáneos; sin embargo, en el excelso desarrollo de la teoría ética occidental, se olvido un elemento de suma importancia que si bien no se paso por alto, no se desarrollo lo suficiente sino hasta los estudios fenomenológicos de Emmanuel Levinas durante la primera mitad del siglo XX.

¿Qué se ha pasado por alto?
“el otro”, en otras palabras: “los demás” no sólo como posibilidad teórica, sino como posibilidad ontológica, dado que la extensión de la personalidad del ser humano no se agota en la individualidad sino en la relación con nuestros semejantes que son además elementos imprescindibles para la autorrealización individual, social, profesional, etc…

El maestro Zygmunt Bauman refiere en su ensayo “Ética Posmoderna”, que la Alteridad señala la responsabilidad natural que como ser humano (y esto aplica para todos)  tengo  para con “el otro y con los otros”,  que se traduce en el respeto por su dignidad, en el cuidado de su  persona y necesidades más apremiantes.

La palabra Alteridad encuentra su raíz en el vocablo latino alter que significa el otro, y tal expresión entraña desde luego la noción de “ese alguien” del que yo me doy cuenta, sin embargo, esto que hasta cierto punto es obvio, entraña una hermosa enseñanza, puesto que darse cuenta del otro, es vivenciarlo, saberlo como él es, desde su historia, sus esperanzas, sus sueños y sufrimientos.
Un acercamiento de la noción de alteridad con alguna cualidad o valor humano que pudiera acercarse lo suficiente como para entenderla mejor, quizá sería una habilidad que es común a los mediadores, conciliadores y facilitadores, esto es, la empatía, la cual solemos entenderla como “el ponernos en los zapatos de los otros”, o en otras palabras, como la comprensión respecto a las circunstancias y sentimientos que pueden ser las causas y consecuencias del estado de ánimo de una persona y de su manera de proceder. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la define como “La Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”, sin embargo, cabe señalar que hay una diferencia substancial que aleja a la alteridad de la empatía, pues en este último caso, la diferencia y distancia entre los que se comunican no se salva, ya que puedo ser empático desde el momento en que respeto el estado de ánimo del otro y su sufrimiento y aún con ello la distancia entre él y yo, queda intocada; en cambio, la alteridad conlleva un sentido más profundo, puesto que para alcanzarla se requiere de un mayor esfuerzo, es decir “mi profunda comprensión acerca del estado de ánimo del otro”, deviene del esfuerzo que pongo en ver el mundo desde su óptica, desde donde él lo vive, para lo cual me apoyo en el conocimiento de su historia y en su circunstancia y así, procurar de todo corazón, vivir y abrirme hacía el otro, de tal forma que intentaremos ser una sola conciencia, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua define a la alteridad como “la condición de ser otro”.

Puede ser con justa razón, que de este trabajo se espere una definición de la alteridad, sin embargo no ha sido tanto mi interés el delimitar teóricamente algo que por su naturaleza pragmática, se explica mejor a través de ejemplos, puesto que la alteridad es una capacidad y un hacer en función del prójimo, de ahí su complejidad, el prócer de la literatura Rusa Fiodor Dostoyevski sin definir el concepto en estudio, lo expresa así  "Todos somos responsables de todo y de todos ante todos, y yo más que todos los otros".

La afirmación anterior, desde luego nos obliga a cuestionarnos a nosotros mismos acerca de la manera en la que contribuimos a este clima de violencia, de corrupción e inequidad. A mi parecer, estas nociones de alteridad, compasión y empatía, nos sienta como un bálsamo a nuestra lastimada humanidad, pues el sólo hecho de leer textos que las divulguen, debieran ser bienvenidos, comentados, corregidos y ampliados.

Por las reflexiones que hemos vertido en este espacio, propongo a los operarios de los medios alternos de solución de controversias, mediadores, conciliadores y facilitadores, en quienes el Estado ha delegado la tarea de ser salvoconductos de comunicación, de concordia y de pacificación, que el resultado de nuestra labor promueva además de la empatía, las profundidad de la alteridad y la acción propia de la compasión; que los convenios celebrados entre antigüos beligerantes, sean documentos que entrañen un verdadero sentido de responsabilidad entre los participantes de nuestros procedimientos, pues nosotros apostamos a que el cambio de nuestro entorno germinará desde nuestras salas  de mediación.

La promotora de la encomiable Carta Mundial por la Compasión, Karen Armstrong expone en este sentido:
“No podemos paralizarnos por el sufrimiento global. Tenemos el poder de trabajar juntos de manera enérgica en pro del bienestar de la humanidad e ir en contra del extremismo desesperado de nuestro tiempo. Muchos de nosotros hemos experimentado el poder de la compasión en nuestras vidas; sabemos cómo un solo acto de amabilidad y empatía puede cambiar una vida. La historia también nos muestra cómo la acción de unos cuantos individuos puede hacer una gran diferencia. En un mundo que está girando fuera de control, necesitamos este tipo de acciones ahora.”

Estamos, por tanto, compañeros mediadores, conciliadores y facilitadores, comprometidos con nosotros y con los otros, a crear conciencias nuevas, a crear vínculos de alteridad, así lo explica el filósofo canadiense Lou Marinoff:
“si usted es padre o madre, pedagogo, asesor, empleador o un cuidador profesional de cualquier tipo, entonces es responsable de mostrar caminos que permitan a los demás experimentar a su vez la realización en mayor o en menor medida…”

Es así que les propongo asumir el compromiso al que se refiere Lévinas y Dostoyevski y valientemente digamos con ellos "Todos somos responsables de todo y de todos ante todos, y yo más que todos los otros".

M. EN D. MARIO ALBERTO MONTAÑO DELGADO.
Mediador, Conciliador y Facilitador del Poder Judicial del Estado de México.
Catedrático de Posgrado en la Maestría de Medios Alternos de Solución de Controversias de Ixtlahuaca y de Maestría en Derecho Judicial de la Escuela Judicial del Estado de México
Titular del blog: “la paz es el camino…”   eticayjusticiaalternativa.blogspot.com

albertomd2773@hotmail.com