EN EL COLEGIO NACIONAL DE MÉXICO.
jueves, 2 de julio de 2015
lunes, 29 de junio de 2015
“ALTERIDAD y MEDIACIÓN”
Por Mario Alberto Montaño Delgado.
Que
el conocimiento teórico se traduzca en un eficiente pragmatismo, es ideal y
condición para conseguir los resultados que la ciencia, arte o profesión buscan
producir, pero dicha correlación cobra vital importancia, si en ello, a decir de Fernando Savater, nos va la vida o
lo que coadyuva a nuestra felicidad, entendida
como ese estado de satisfacción personal.
El
estagirita en su Ética Nicomaquea, aseguró que el perfeccionamiento de nuestras
potencialidades, nos permitiría alcanzar la autorrealización, para ello,
recomendó que cada uno, debiera explotar y afanarse en mejorar aquello que ama
hacer, opinión con la que coincide Zygmunt Bauman en su encomiable ensayo el
Arte de Vivir, al recomendar que plantearnos objetivos que nos parezcan casi
imposibles de realizar y la aplicación a su consecución, pueden asegurarnos el
logro de una vida plena y hasta aquí, pareciera que los postulados mencionados
no merecen objeción alguna, pues dentro de sus bondades está el abrirnos una
vía justificada para ejercer la autognosis socrática (conocernos a nosotros
mismos) además de asegurar el derecho que toda persona tiene a “ser”; y por
otro lado, exigen la expansión de nuestro pensamiento (recordemos que Aristóteles
enfatizó que los únicos dos comportamientos que no admiten limitantes son Amar
y Conocer).
Podríamos
en congruencia de lo anterior, comprender que Lou Marinoff, concluya que con la
concepción de la práctica virtuosa occidental, quedaron asentadas las bases del
desarrollo individual y personal del individuo, base de los sistemas políticos
democráticos contemporáneos; sin embargo, en el excelso desarrollo de la teoría
ética occidental, se olvido un elemento de suma importancia que si bien no se
paso por alto, no se desarrollo lo suficiente sino hasta los estudios
fenomenológicos de Emmanuel Levinas durante la primera mitad del siglo XX.
¿Qué se ha pasado por alto?
“el
otro”, en otras palabras: “los demás” no sólo como posibilidad teórica, sino
como posibilidad ontológica, dado que la extensión de la personalidad del ser
humano no se agota en la individualidad sino en la relación con nuestros
semejantes que son además elementos imprescindibles para la autorrealización
individual, social, profesional, etc…
El
maestro Zygmunt Bauman refiere en su ensayo “Ética Posmoderna”, que la
Alteridad señala la responsabilidad natural que como ser humano (y esto aplica
para todos) tengo para con “el
otro y con los otros”, que se
traduce en el respeto por su dignidad, en el cuidado de su persona y necesidades más apremiantes.
La
palabra Alteridad encuentra su raíz en el vocablo latino alter que significa el otro,
y tal expresión entraña desde luego la noción de “ese alguien” del que yo me doy cuenta, sin embargo, esto que hasta
cierto punto es obvio, entraña una hermosa enseñanza, puesto que darse cuenta
del otro, es vivenciarlo, saberlo como él
es, desde su historia, sus esperanzas, sus sueños y sufrimientos.
Un
acercamiento de la noción de alteridad con alguna cualidad o valor humano que
pudiera acercarse lo suficiente como para entenderla mejor, quizá sería una
habilidad que es común a los mediadores, conciliadores y facilitadores, esto
es, la empatía, la cual solemos entenderla como “el ponernos en los zapatos de
los otros”, o en otras palabras, como la comprensión respecto a las
circunstancias y sentimientos que pueden ser las causas y consecuencias del
estado de ánimo de una persona y de su manera de proceder. El Diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española la define como “La Identificación mental y afectiva
de un sujeto con el estado de ánimo de otro”, sin embargo, cabe señalar que hay
una diferencia substancial que aleja a la alteridad de la empatía, pues en este
último caso, la diferencia y distancia entre los que se comunican no se salva,
ya que puedo ser empático desde el momento en que respeto el estado de ánimo
del otro y su sufrimiento y aún con ello la distancia entre él y yo, queda
intocada; en cambio, la alteridad conlleva un sentido más profundo, puesto que
para alcanzarla se requiere de un mayor esfuerzo, es decir “mi profunda
comprensión acerca del estado de ánimo del otro”, deviene del esfuerzo que
pongo en ver el mundo desde su óptica, desde donde él lo vive, para lo cual me
apoyo en el conocimiento de su historia y en su circunstancia y así, procurar
de todo corazón, vivir y abrirme hacía el otro, de tal forma que intentaremos
ser una sola conciencia, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua define
a la alteridad como “la condición de ser otro”.
Puede
ser con justa razón, que de este trabajo se espere una definición de la
alteridad, sin embargo no ha sido tanto mi interés el delimitar teóricamente
algo que por su naturaleza pragmática, se explica mejor a través de ejemplos, puesto
que la alteridad es una capacidad y un hacer en función del prójimo, de ahí su
complejidad, el prócer de la literatura Rusa Fiodor Dostoyevski sin definir el
concepto en estudio, lo expresa así "Todos
somos responsables de todo y de todos ante todos, y yo más que todos los
otros".
La
afirmación anterior, desde luego nos obliga a cuestionarnos a nosotros mismos
acerca de la manera en la que contribuimos a este clima de violencia, de
corrupción e inequidad. A mi parecer, estas nociones de alteridad, compasión y
empatía, nos sienta como un bálsamo a nuestra lastimada humanidad, pues el sólo
hecho de leer textos que las divulguen, debieran ser bienvenidos, comentados,
corregidos y ampliados.
Por
las reflexiones que hemos vertido en este espacio, propongo a los operarios de
los medios alternos de solución de controversias, mediadores, conciliadores y
facilitadores, en quienes el Estado ha delegado la tarea de ser salvoconductos
de comunicación, de concordia y de pacificación, que el resultado de nuestra labor
promueva además de la empatía, las profundidad de la alteridad y la acción
propia de la compasión; que los convenios celebrados entre antigüos
beligerantes, sean documentos que entrañen un verdadero sentido de
responsabilidad entre los participantes de nuestros procedimientos, pues
nosotros apostamos a que el cambio de nuestro entorno germinará desde nuestras
salas de mediación.
La
promotora de la encomiable Carta Mundial por la Compasión, Karen Armstrong
expone en este sentido:
“No
podemos paralizarnos por el sufrimiento global. Tenemos el poder de trabajar
juntos de manera enérgica en pro del bienestar de la humanidad e ir en contra
del extremismo desesperado de nuestro tiempo. Muchos de nosotros hemos
experimentado el poder de la compasión en nuestras vidas; sabemos cómo un solo
acto de amabilidad y empatía puede cambiar una vida. La historia también nos
muestra cómo la acción de unos cuantos individuos puede hacer una gran
diferencia. En un mundo que está girando fuera de control, necesitamos este
tipo de acciones ahora.”
Estamos,
por tanto, compañeros mediadores, conciliadores y facilitadores, comprometidos
con nosotros y con los otros, a crear conciencias nuevas, a crear vínculos de
alteridad, así lo explica el filósofo canadiense Lou Marinoff:
“si
usted es padre o madre, pedagogo, asesor, empleador o un cuidador profesional
de cualquier tipo, entonces es responsable de mostrar caminos que permitan a
los demás experimentar a su vez la realización en mayor o en menor medida…”
Es
así que les propongo asumir el compromiso al que se refiere Lévinas y
Dostoyevski y valientemente digamos con ellos "Todos somos responsables de
todo y de todos ante todos, y yo más que todos los otros".
M.
EN D. MARIO ALBERTO MONTAÑO DELGADO.
Mediador, Conciliador y Facilitador del
Poder Judicial del Estado de México.
Catedrático de Posgrado en la Maestría
de Medios Alternos de Solución de Controversias de Ixtlahuaca y de Maestría en Derecho
Judicial de la Escuela Judicial del Estado de México
Titular del blog: “la paz es el camino…” eticayjusticiaalternativa.blogspot.com
albertomd2773@hotmail.com
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